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LA CALDERA DE BANDAMA


LA CALDERA DE BANDAMA
Mirador Caldera de Bandama. Foto de Adán López Alemán. Bandama, Marzo 2012
Domingo por la mañana, a una hora cristiana. Aparcamos los coches junto a las casas y comenzamos el descenso a la caldera. Aunque relativamente empinado, el camino es fácil de andar y enseguida llegamos a un mirador que, creímos, sería un observatorio de aves.

Y allí visualizamos las primeras, unas cuantas palomas. Continuamos el descenso y pronto nos encontramos en el fondo de la caldera. El día era soleado pero no hacía calor. Comenzamos a caminar y enseguida observamos mirlos y más palomas. Éstas, entrando y saliendo de grietas y cuevitas en las rocas; aquéllos, haciendo otro tanto de los cogollos de las palmeras y las ramas de los árboles.
Camino Caldera de Bandama. Foto de Isabel Alemán. Bandama, Marzo 2012
Luego, durante un buen rato, nada. Escuchamos muchos reclamos y cantos de aves pero no logramos ver ninguna. Divisamos entonces un mosquitero, o eso creemos, y –a continuación- un capirote. Intentamos cazarlo con nuestras cámaras, pero no hubo manera. No conseguimos ni una triste foto digna del pajarillo.
Ruinas Caldera de Bandama. Foto de Adán López Alemán. Bandama, Marzo 2012
Pero entonces, ya hacia el mediodía y las primeras horas de la tarde, comenzó el espectáculo de las rapaces. Del risco que se alzaba sobre nuestras cabezas comenzaron a salir rapaces: primero aguilillas, tres individuos; luego, cernícalos, dos parejas. Volaron una y otra vez por encima nuestro, lo que aprovechamos cumplidamente para observar cuanto detalle nos enseñaron. Y nos enseñaron muchos.
Aguililla. Foto de Adán López Alemán. Bandama, Marzo 2012
Por fin, satisfechos de cuanto vimos, emprendimos el regreso. Y entonces fue cuando realmente reparamos en que teníamos que subir el mismo desnivel que habíamos bajado. ¡Y qué subida! Jadeando y con la lengua afuera nos empeñamos en el ascenso. Los más jóvenes nos dejaron atrás enseguida; los más carrozones constituimos la retaguardia. Y así, despacio pero sin detenernos, fuimos subiendo, hasta llegar al mirador en el que nos detuvimos al inicio de la excursión. Habíamos supuesto que se trataba de un observatorio de aves y ahora nos quedaba clara la razón: los vuelos en círculos que realizan las aguilillas en torno a la caldera se aprecian mucho mejor desde este punto que desde el fondo de la misma.

Cogimos resuello y continuamos el ascenso. Por fin llegamos arriba del todo y, extenuados, hicimos un nuevo alto que aprovechamos para leer los carteles informativos que allí mismo encontramos. Nos enteramos entonces de que nos habíamos saltamos una casita que tienen acondicionada para observar pájaros y que se divisa desde las alturas. ¿Bajar de nuevo? ¡Ni de broma! En su lugar acordamos volver en verano, un día que haga fresquito, y otra vez el próximo otoño. Queremos observar la avifauna de la caldera en las diversas estaciones del año.
 Caldera de Bandama. Foto de Isabel Alemán. Bandama, Marzo 2012
A continuación fuimos a un bar, nos tomamos unos refrescos y eso fue todo. ¿Mereció la pena? Por supuesto. No hay nada más agradable que pasear conversando junto con amigos y familiares. Por si eso fuera poco premio, pudimos observar las evoluciones en el aire de aguilillas y cernícalos, y apreciar sus diferentes formas y dimensiones, disfrutamos del paisaje y –estoy seguro- perdí la mitad de la barriga. ¿Se puede pedir más?

Pero, ¿qué hay de la caldera? Bueno, la caldera no es más que una profunda depresión circular, limitada por paredes escarpadas.  A lo que parece, y como no puede ser de otra manera, su origen es volcánico, consistiendo en lo que los geólogos denominan caldera de explosión. Presenta una profundidad de unos doscientos metros y un radio de medio kilómetro.
Mosquitero común. Foto de Adán López Alemán. Bandama, Marzo 2012
Si te gustan las plantas podrás ver en ella lentiscos, palmeras, dragos y muchas otras especies más, entre ellas algunos endemismos canarios. Si te gustan las aves, las que te hemos señalado en este artículo y algunos más que nuestra torpeza nos impidió observar. 


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